Mostrando entradas con la etiqueta Leche. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Leche. Mostrar todas las entradas

jueves, 13 de agosto de 2009

La vaca voladora

Desde hace años me persigue una historia. Una de esas historias que posiblemente nadie recuerde, pero que yo nunca olvidé. Una de esas historias que no encontraba un lugar en dónde plasmarla, hasta que apareció la revista Leche y me la pidieron para un número especial hace un tiempo.
Fue la excusa perfecta.
En cierto mar cuyo nombre prefiero no recordar, se produjo uno de los naufragios más extraños que se recuerden.
Era una tarde tranquila en un pesquero japonés que rapiñaba el fondo del mar. De repente, el cielo comenzó a oscurecerse de a poco, los nipones que estaban en cubierta ofrecieron sus rasgados ojos al cielo, pero antes de que alcanzaran a ver algo, sintieron que el piso se abría y el mar empezaba a lengüetearles los pies.
Del susto pasaron sin escala a la sorpresa, al descubrir que lo que había hecho blanco en el pesquero era nada más y nada menos que una vaca.
Si bien se desconoce la raza del vacuno (que, obviamente, no sobrevivió a la caída), se sabe que tuvo más efectividad que un misil aire-mar. Los 700 kilos de asado, churrasco, vacío, costeleta, marucha, etc., hirieron de muerte al barco que ahora “duerme con los peces” (El Padrino dixit).
Cuando fueron rescatados por un barco patrulla ruso, los pescadores japoneses cargaron con ellos su asombro y sus bártulos, pero también la desconfianza. Tras narrar la increíble historia de la vaca voladora, nadie les creyó y fueron detenidos.
Todo relato tiene sus pliegues y este no es la excepción. Una de las versiones indica que un grupo de paisanos, enojados por la mezquindad de cierto estanciero (que ahora tal vez se esté quedando con buena parte de la Patagonia mientras ustedes pierden el tiempo leyendo esta nota), contrataron a un aviador para que robe la res.
La otra historia señala como culpable a un grupo de soldados rusos que, para completar sus magros sueldos, se dedicaban a robar ganado y a transportarlo por avión.
En ambos casos el final es el mismo.
La vaca tenía miedo a las alturas y se puso loca. Para evitar un accidente, la invitaron a saltar sin paracaídas. Con tanta mala suerte o, si se prefiere reivindicar al ejército ruso, con tanta puntería, que el animal dio con toda su vacunidad en el casco del pesquero, mandándolo a pique.
Cuando se les pasó el calambre estomacal por el ataque de risa ante la versión de los japoneses, las autoridades comprobaron la veracidad de los hechos y liberaron a los pescadores, quienes se quedaron sin barco, pero con una historia para contarles a sus nietos.
La noticia del insólito bombardeo vacuno y el posterior naufragio fue publicada en el diario moscovita Komsomolskaja Prawda (¡no saben lo que me costó leerla en ruso!), ahora llega a ustedes, compañeros de aventuras lácteas.
La historia está escrita y yo conjuré el viejo y fiel fantasma que me acompañaba desde hace años.
No me queda más que rendir el merecido homenaje a esa vaca voladora que cruzó el aire salino para convertirse en albóndiga contra un pesquero, a ese misil de carne que, lejos de la edulcorada fama de la vaca de Milka, se volvió leyenda en un salto al vacío (al horno con papas).

martes, 3 de marzo de 2009

La reivindicación del bigote

Esta nota la tendría que haber escrito Matías Pordomingo. Es que promediando el programa de radio "Un Plan Perfecto" decidió adosarle a su fisonomía un delicado bigote, que remitía a aquellos galanes de la década del ‘50 bien trajeados, que correteaban a una Mirtha Legrand que todavía ni soñaba con preparar sus almuerzos para la tele.
Así fue como nació esta disquisición, esta necesidad de adentrarse en la espesura de los bigotes, accesorio capilar tan vinculado al poder en las provincias del Comahue (Verani, Saiz, Soria, Arriaga, Sobisch, Estévez, Lara).
Porque qué es el bigote sino una marca, un sello indeleble –aunque afeitable-, una elección estética a la que sólo se animan aquellos que hacen gala de una personalidad inquebrantable.
A ese bigote le hablo, al que nace con altibajos, al que pincha, al que te hace sentir un clon de Cantinflas, al que le llenó la cara de sarpullidos a esa chica que conociste después de una larga abstinencia.
Ese bigote que fue signo de virilidad fue secuestrado hace años. Se lo llevó la derecha.
Mientras las barbas clásicas siguen identificando a izquierdistas, neo-hiparracos y estudiantes de carreras humanísticas; las barbas candado terminaron siendo propiedad de los pelados y los garcas.
Peor suerte le tocó al bigote. Esa línea de pelos que va sobre los labios fue decomisada por policías, políticos neoliberales y conservadores, militares y algún que otro taxista mala onda.
Por eso desde las páginas de Leche se lanza esta campaña, se abre la puerta a esta cruzada, se invita a los argentinos de bien a hacer política de acción directa: Recuperemos el bigote (mujeres abstenerse).
Recuperemos ese bigote familiero-pícaro a la Guillermo Francella, el bigote carolo a la Freddy Mercury y/o Miranda, el bigote pachanguero a la Alcides e incluso el bigote gourmet que saborea Martín Caparrós.
Afeitemos las mejillas, abramos las barbas candado, gritemos a los vientos de la Patagonia, ¡uso bigote, ¿y qué?!

Sepan disculpar la "destemporalidad" de la nota, pero la quería compartir. Fue escrita para la revista Leche en la segunda mitad del 2007.

jueves, 18 de diciembre de 2008

La mentira gourmet

Mil hojas de faina con langostinos, tiraditos de pescado con guacamole, wraps de pavo con brie y chutney, parfait de yogurt con sopa de mango y menta, tapioca en leche de coco, sablee de almendras, mimosas de Champagne. Se me hace agua la boca y el bolsillo (se me hace) añicos cuando empiezo a hacer la cuentas.
La mesa está servida, pero para saber qué vas a comer no te alcanza con Horangel, Aschira y ni Ludovica Esquirru juntos. La profeta de moda es Narda Lepes y yo cada vez que leo un menú me siento un Nardo, porque no entiendo nada.
Como en el principio fue la palabra, los chefs se dieron cuenta de que lo más importante para seducir a los clientes es un buen nombre como anzuelo.
Entonces vos te sentás y cuando agarrás la carta no sabés si estás leyendo las recomendaciones del chef o los nombres de los integrantes del seleccionado francés de fútbol.
Le explicás a la moza que te gustaría un Zinedine Zidane, pero que te cae un poquito mal al pecho y finalmente optás por unas “Láminas de ave sobre un verde sommier de la huerta”.
Probás el vino criado en barricas de roble francés y cuando ya te empezabas a sentir Napoleón Bonaparte, te destierran a Córcega.
La moza pone un plato cuadrado gigante y en el medio alcanzás a distinguir que hay unas pálidas tajadas de pollo y que en lugar del “verde sommier de la huerta” hay una colchoneta baqueteada, armada con unas mustias hojas de lechuga que combinan muy bien con las seis arvejas arrugadas que se desparraman por ese desierto culinario.
Lo único que tiene sabor es la salada cuenta que te sube la presión mientras te preguntás si rompiste algo. Tenés tanta hambre que te comerías al gordo que conduce “Wok”.
Huís y entrás al primer bar de mala muerte que te cruzás fuera de esa ruta del sabor. Te sirven una milanga más grande que el Titanic y pedís un iceberg para enfriar el vino de la casa. Mientras el mozo te abraza de atrás, extendés los brazos y, con la boca bien llena, gritas satisfecho: “soy el rey del mundo”.

Publicado en la revista Leche el año pasado.

lunes, 26 de mayo de 2008

El poeta de la Seattle argentina


Entrevista con el poeta beat Alfredo Jaramillo
El viento enloquece a la gente


Shawn Kemp brilló en los Seattle Supersonics, embarazó lo que se le cruzaba, se drogó bien drogado, fue preso y ahora llegó a la Argentina. O al menos su imagen que se convirtió en la tapa de “Grunge”, el primer libro de Alfredo “Piro” Jaramillo.
Salió por Editorial Funesiana y está destinado a convertirse en un suceso minúsculo e ineludible en los peores barrios de las mejores ciudades… y en los mejores barrios de las peores ciudades, también.
Jaramillo cerró el “bulo de la muerte” y se fue a Buenos Aires escapando del viento que enloquece a la gente en la Patagonia. Claro que ya era tarde.

¿Por qué “Grunge”?

Por un sentimiento inevitable que me viene cada vez que pienso en mis experiencias en una ciudad como Neuquén. Hay algo de nostalgia y melancolía recurrente en las ciudades del Valle, como si todo estuviera a punto de terminarse sin que a nadie le importe. Y esa sensación, para mí, está muy pegada a la música y a mi propia idea de lo que les pasaba por la cabeza a los que vieron nacer el grunge en Seattle.
La música, el abatimiento, cierta desolación adolescente... esas cosas me persiguen, puedo tener 25 años y una carga social muy pesada que marca sentimientos que debería incorporar, maneras de reflexionar, pero no puedo desembarazarme de eso, de la sensación de estar solo, como cuando tenía 16 años y pasaba los inviernos deambulando por la ciudad.
“Grunge” es un estado mental y una utopía adolescente.

Escribirlo, de alguna manera, ¿sirve para exorcizar esas experiencias, esos sentimientos?
Creo que se trata más de hacerlas volver, de evitar que se pierdan... antes que sublimarlas, traerlas más adentro. Vivimos un tiempo de mierda, nadie recuerda lo que hizo ayer, los blogs tienen algo de eso, los shoppings, el zapping, las parejas que duran dos meses... todo parece apuntar a no dejar nada adentro nuestro. “Grunge” intenta no olvidar el grito original... esa sensación de que todo puede estar mal mañana, así que no perdamos tiempo.
Y de algún modo también se trata de acercar esa educación sentimental en el más acá del Yo, para devolverla a un "lector" (esa confabulación absurda y arbitraria), compartir la música mental con otros.

En los poemas posteados en tu blog encontré peronismo, muerte, amor, rock, violencia, dolor, sexo, desaparecidos, filosofía, política, Neuquén, ¿en “Grunge” están los mismos temas?
No de todos, pero reaparecen algunos. Se habla de ciertos paraísos artificiales ligados al amor, la amistad, la droga, la literatura, la vida de un chico del interior que viaja a Buenos Aires y encuentra otro mundo... pero hay una vuelta de tuerca más, está la construcción mitológica de Seattle.
Cuando hicimos los primeros Villancicos (encuentros de literatura en voz alta matizada con cerveza y rock), Federico Levín dijo "NQN es la Seattle argentina".
Nosotros (mis amigos) ya sentíamos eso desde antes... ahora me resulta muy estimulante contribuir a que el mito crezca.


¿Qué te aporta como poeta el hecho de ser un blogger?
Me sirvió para convertir la escritura en algo más cotidiano y menos sacralizante... para desarmar el mito de "El Escritor".
El blog empezó como un diario de un viaje a Europa y terminó llevándome a escribir una poesía más mundana, más sencilla, sin obligaciones de decir cosas importantes.
Hay un consenso en definir al blog como una literatura del yo, o mejor: como cierta banalización de la idea de autor, etc. Eso me parece una mierda, es un enfoque muy autoritario... a mí encantan los fotologs de minitas que hablan de que quieren "muchi" a sus amigas, o los blogs de escritores malísimos que lo único que pueden hacer para no irse tan tristes a la tumba es hablar de ellos mismos.
Es la chance de que todos cumplan su propia fantasía estetizante. Pero ojo: el límite está muy cerca. Me parece que los blogs no llevan lejos, la escritura (más temprano que tarde) desborda ese espacio, se nutre de fondos más sucios y más secretos que el espacio de la publicación digital.

¿Cuáles son esos fondos sucios y secretos?
Escribir para nadie, escribir como necesidad existencial, cuando un poema se convierte en lo que te salva de estar tirado en la cama mirando el techo. En “Grunge”, se trataba de hablar sobre una ciudad y las maneras de escapar de ella, de contar lo mal y lo bien que se la pasa en fiestas malas donde la droga y la música era una manera de prolongar el desconcierto... es una experiencia muy perturbadora y desconcertante, pero no deja de ser algo hermoso sentir que estás gastando juventud para nada.

¿De alguna manera influye en vos el vínculo directo que se genera con los lectores en encuentros como Villancicos Vrutales?
La verdad que no... quizá en cierto aspecto me lamente de eso... digo: lo que me interesa de un espacio como los Villancicos es apostar a que se genere algo más allá de la escritura, ver cómo funciona en medio de skaters y gente careta... pero en mi caso no hubo feedback, y a fin de cuentas tiendo a pensar que está muy bien; las lecturas ocupan un espacio cuya potencialidad tiene más que ver con la socialización dentro del campo literario (escritores, periodistas y editores) antes que un encuentro con el lector.
La literatura puede prescindir de un lector empírico: ahí está Kafka, con una obra increíble, temeroso de publicar. Ahí deben estar también decenas de escritores neuquinos y rionegrinos haciendo sonar su música mental sin que nosotros nos demos cuenta.

¿Cómo ves al campo literario local?
En su mayor parte está compuesto de viejos aburridos y resentidos que todavía creen que están viviendo en el alfonsinismo, con esa idea de que son los grandes garantes del orden artístico, etc.
No los culpo, la historia los pasó por encima y se la están comiendo doblada, pero hay otros que me dan algo más de lástima: son esos pibes de mi edad que heredan esa escolástica imaginaria. El tono afectado, hablan de los cardos, del viento y toda esa mierda... ¿a quién le interesa? Hoy el mundo es otra cosa, me interesa hablar más de los chicos que compran ropa cara y salen a pasear por las calles de ciudades congeladas en el tiempo.
En el aspecto artístico el periodismo es muy retrógrado e ignorante... se siguen escribiendo reseñas de la Fiesta de la Manzana y no se ven críticas de libros de gente nueva ni reseñas de muestras artísticas... ni hablar de la manera en la que hablan acerca de esos temas, sacadas del manual del sentido común y muy muy alejadas de una sensibilidad más contemporánea.

¿Es cierto que te fuiste a Buenos Aires con apenas 30 pesos en el bolsillo?
Es cierto, sí. Así que quiero aprovechar este prestigioso medio para agradecer a todos los amigos y familiares que oficiaron de banqueros y filántropos para que yo pueda terminar de convertirme en un gran artista, el tipo de personalidad que le dé al Valle un lugar importante en nuestra historia

¿Qué secuelas te dejó tu experiencia con el ajenjo en Portugal?
Mirá... la sustancia en sí no era la más pura porque tenía apenas 70 grados de alcohol, y el posta posta tiene cerca de 100, pero qué te puedo decir... estaba en Porto, de viaje con una española hermosa, en un bar donde pasaban una música alucinante, cerca del puerto, salimos a las siete de la mañana y los portugueses iban a trabajar... eso fue lo más cerca que voy a estar de Arthur Rimbaud, te lo aseguro.

¿Es cierto que el comisario de a bordo de un vuelo que hiciste era Guido Süller?
Sí, sí, es una historia verídica, era Guido Süller... me lo encontré en la cinta de equipaje en Ezeiza, y debo decir que en esa ocasión no se parecía nada de nada al travesti que veíamos en los programas de Mauro Viale (N. del R: yo veía el programa y no se travestía).

En “La vida de los otros” uno de los espías dice que prefiere vigilar artistas porque siempre tienen sexo, en la Argentina K ¿pasa lo mismo con los poetas?
No. Los poetas de la Argentina K se la pasan buscando sexo pero no lo consiguen porque hablan mucho y dicen boludeces. Para coger bien, hoy hay que ser publicista.

Volvamos al libro porque nos estamos desbandando. Para escribir poemas, ¿hay que sufrir?
Hay que falopearse y ver qué pasa.

Señor Jaramillo, ¿es una idea mía o usted está tratando de aprovecharse de la poesía para convertirse en un rockero?
Sin ninguna duda. Quiero robar un tiempo más con estas cosas para (el que avisa no es traidor) terminar convirtiéndome en el Lou Reed de Plottier.

Termina de sonar “Vitalogy” de Pearl Jam. Alfredo se despide diciendo que tiene una cena (gratuita) con la gente del BAFICI, donde ofició de traductor de películas más horas de las que un cerebro normal puede soportar.
¡Buen provecho, Señor Chimango, disfrute del banquete!

Entrevista publicada en la revista Leche.

jueves, 24 de abril de 2008

Un mal viaje

Si el viajar es un placer… ¿por qué no les avisan a las empresas de transporte?
Todo comienza cuando hay 46 asientos y justo el que no se reclina es el tuyo. Vos tratás de calmarte y no darle bola.
Parece que la suerte cambia cuando por el pasillo/pasarela una belleza parece desfilar hacia vos. De pronto gira para el otro lado del pasillo y le dice a un mastodonte de 1,90 y 133 kilos “me parece que ese es mi asiento” y lo manda a que te comprima contra la ventanilla.
La película a todo volumen -que parece elegida por tu abuela- termina y cuando estás por suspirar arranca la música.
Aquel que haya viajado alguna vez en colectivo sabe del refinado gusto musical de los choferes. Entre los más grandes va de los Pimpinela a José Vélez pasando por Dyango, mientras que los más jóvenes disfrutan de aputasadores del folklore como Los Nocheros y Luciano Pereyra.
A falta de un trago para calmarte, buena es una infusión. En el bamboleo te das la cabeza contra el televisor, pero alcanzás a llegar al eufemístico bar. Con algo de suerte volvés zarandeado por el pasillo y te sentás a gozar de ese café hirviente, cochinamente dulce, asquerosamente adictivo.
De almuerzo te traen un sánguche marchito con mayonesa de dudosa procedencia y una gelatina que tiembla más que vos la primera vez que fuiste preso.
Encima la chica de atrás se descuida por un segundo, la mamadera cae al suelo y la leche caliente se empieza a escurrir por las ranuras del piso de un extremo al otro de colectivo.
Reprimís las ganas de vomitar cuando escuchás que llegaron a destino. Bajás medio descompuesto y te topás con el auxiliar de a bordo (que en su vida auxilió a alguien), quien, con una sonrisa más falsa que político en campaña, te dice “espero que haya disfrutado el viaje”.

jueves, 3 de abril de 2008

“Siiii, siii, si lo sabe, cante”


Entre las preguntas absurdas que me asaltan (aunque Cristina evite mencionar la palabra inseguridad), una de las más recurrentes es ¿qué será de la vida de las secretarias de Roberto Galán?
El destino de Roberto es más conocido: el Olimpo de los Artistas y algún cementerio que pocos deben visitar.
Pero, ¿qué habrá sido de ellas? Yo recuerdo a las últimas cuatro, de la época en que “Si lo sabe, cante” había vuelto al aire en América. Dos ¿rubias? y dos morochas.
Galán había estado un par de años alejado de la TV, desde que había dejado de mirar a cámara para repetir: “Yo me quiero casar, ¿y usted?”.
Volvió una siesta a mediados de los ’90. Lejos del brillo menemista (él que había curtido peronismo con el General), su programa era de una sencillez que daba pena. Mientras otros regalaban viajes al exterior y aparatos electrónicos, en “Si lo sabe, cante” los ganadores se contentaban con un canario, una cadenita y una guitarra (creo que sólo para el que se impusiera al cierre de la semana).
La tribuna se llenaba de gente de barrio que llegaba en colectivo para estar dentro de la caja idiotizante. La orquesta -de porte tanguero- tenía que fluctuar por los caprichos musicales de los desafinados cantantes, que ni siquiera se imaginaban una Operación Triunfo o cantar para hacerle ganar plata a Tinelli.
De a poco fueron mejorando los premios, día a día nos fuimos sumando los televidentes, clavando siestas frente a la tele para ver (más que escuchar) a esos personajes ridículos y queribles.
Cuando alguno tartamudeaba, Roberto decía “está nervioso, ¡que vengan las chicas!”. Las secretarias lo rodeaban y empezaban a franelearlo mientras le cantaban “está, está nervioso, está, está nervioso; hay que mimarlo porque es mimoso, hay que abrazarlo porque está nervioso”.
Cada vez que me pongo nervioso, me pregunto lo mismo, ¿qué habrá sido de ellas?


Publicado en la revista Leche Nº 24.
Foto tomada de http://www.metepua.blogspot.com/

viernes, 22 de febrero de 2008

¿Manzana? Nooaa, Manhattan

Me resisto a creer que la tentación pueda ser representada por una manzana roja.
¡Qué se yo!, si al menos fuera incitado por la acidez de una Granny Smith podría llegar a pensarlo; pero creo que tampoco me convencería.
Puede atraer su color o el crunch de una mordida bien dada, sin embargo sigue estando lejos de la petit tentación de la cereza, de la lascividad del plátano (poner banana, sería obsceno) o de la seducción de la frutilla.
Si se me permite, voy a esgrimir una revolucionaria hipótesis que puede hacer tambalear a la Sociedad Rural y a la economía del Alto Valle: la manzana es el churrasco de las frutas… nacieron para defraudar.
Jamás un/a churrasco/manzana será tan sabroso/a como aparenta. Fue comprobado científicamente por el MIT (Massachusset Institute of Technology), pero el paper no se hizo público por presiones de la mafia de los alimentos.
En el primer caso, es el olfato el que entrega un resultado engañoso; mientras que en el segundo, la vista y el oído (recordar el crunch manzaneril) se confabulan para embaucarte.
General Roca, hay que asumirlo: ¡la manzana tiene menos onda que Teresa Parodi cantando “Mi perro dinamita”! Y nada se pueda hacer al respecto.
Los gurúes de las letras intentaron cambiar su destino poniéndola en la boca de nuestros chicos, al menos en sus enunciados.
Fue así que se puso de moda el “nooaa, manzana” (poner tono marianoclossesco), pero cayó en desuso y fue reemplazado -en el ambiente adolescente/lobotomizado- por el “nooaa, manteca” o el “nooaa, mandioca”; aunque mi preferido es el “nooaa, Manhattan”.
Hay cosas que no se pueden cambiar, esto no lo levanta ninguna agencia de publicidad. Ya lo advertía el Indio Solari: “Le prohibieron la manzana, sólo entonces la mordió. La manzana no importaba, nada más la prohibición”.

Este texto fue escrito para la edición de la revista Leche de febrero en coincidencia con la Fiesta de la Manzana, pero no entró en la edición.

jueves, 14 de febrero de 2008

Cacho en el país de la Manzanas


Los que no son del valle tal vez no lo sepan, pero hoy comienza la Fiesta Nacional de la Manzana en General Roca (Río Negro).
Cinco noches con Kapanga, Árbol, Kinky, Divididos, Mariano Mores, Valeria Lynch, Cacho Castaña, Miranda, Coty, Banda Registrada, Chayanne, el Chaqueño “Hummer” Palavecino y Mercedes Sosa.
Les dejó las entrevistas que les hice para la revista Leche a Árbol y a los mexicanos de Kinky.
Como yapa, va una nota sobre cómo sería la noche con Cacho Castaña tras su actuación.

El vendedor de ilusiones

La mentira del lenguaje, la ilusión de las palabras, la imposición de conceptos, su uso y abuso. Cada vez es más común encontrar por ahí el término “vintage”.
Palabra que ahora muchos aplican a cualquier cosa para agregarle un par de ceros al precio. Vintage es un clásico, un artículo de colección que con los años mejoró su calidad, que añejó como los buenos vinos.
¿Todavía no te queda claro qué es vintage?
Entonces andá el viernes al predio de la Fiesta de la Manzana y cuando se asome al escenario Cacho Castaña vas a empezar a entender.
Y cuando termine de actuar y se lleve las bombachas que le tiren para agrandar su colección, sólo comparable con la de Sandro, vayamos a saludarlo al camarín haciendo oídos sordos a los que lo acusan de grasa.
Entremos camuflados al Planeta Castaña. El gato bien peinado, sombrero de ala ancha, chalina blanca, camisa negra abierta y los pelos del pecho erizados pidiendo labios femeninos que sacien ese fuego.
La contraseña es fácil: Johnny Walker 12 años.
Saludarlo con un apretón de manos y palmearle el hombro. Cagarte de risa de los sábados a la siesta que pasaste viendo la trilogía del amor (La Carpa, La Playa y La Discoteca del Amor).
Y cuando Cacho acueste el espejo y se cite diciendo “yo nunca tuve problemas con las drogas... consigo siempre”; aceptar la invitación, reivindicar a los viejos winnes, llegar hasta el final de la raya y servirle en bandeja el mejor centro de tu vida para que grite el primer gol de una noche que recién empieza.
Acelerar una cupe Fuego, largarle besos a los travestis y jugar al billar en un bar de la B. Apostarle las cadenas de oro a una carambola imposible.
Terminar la botella de whisky.
Colgarte de su fama y empezar a firmar autógrafos. Arrancar un par de celulares de mujeres con pasado, con escotes transpirados y miradas felinas.
Decirle “te voy a hacer una oferta que no vas a poder rechazar”, verle brillar los colmillos y rumbear al norte.
Entrar al Bailantazo de Beto mirando a todos a los ojos, porque estás con Cacho de Buenos Aires, con el que se le animó a la mujer de Monzón, con el que le acaricia el oído a la “Gata” Varela, con el que celebró el punto y coma del “Polaco” Goyeneche.
Hacer coros en “La reina de la bailanta”, ponerte la chalina de Cacho de vincha, señalar a la más linda y cantarle “si te agarro con otro te mato”.
Abrazar a todos.
Pedir más whisky.
Ver amanecer.
Sonreír cuando antes de subir al auto te diga “dejame a la pendeja, que ya tengo los dientes gastados”.
Cerrar la reja del ascensor del hotel, disfrutar del silencio artificial y antes de abrir la puerta de la habitación preguntarle, ¿Cacho, para cuándo un disco de Babasónicos con canciones tuyas?

Aclaración: El párrafo en cursiva me pidieron que lo suavizara, mandé estas dos opciones, no sé cuál habrán usado.

-Imitarlo diciendo “yo nunca tuve problemas con las drogas... consigo siempre” y patearle un penal al cerebro.
-Ver el reflejo que devuelve el espejo tamizado y endurecerse sin perder la ternura en una noche que recién empieza.

El texto de Cacho se lo dedico a Mr. Durazno, que el viernes lo irá a escuchar.