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jueves, 31 de marzo de 2011

Que Dios nos ayude

Me crucé a un tipo afuera del banco y se estaba persignando. No soy muy creyente (ni en la iglesia ni en la banca), pero debo decir que me perturbó.

jueves, 13 de enero de 2011

Volver al futuro

Hace unos días leí una nota de Mariano Katz en el Radar del P/12. Se titula "Sus hijos lo entenderán", frase extraída de la película que más veces vi en mi vida: "Volver al futuro".
La nota de Katz está motivada por su reestreno hoy jueves 13 de enero de 2011 (esta parte la escribí a las 11:59 y todos los que vimos la película sabemos que los minutos cuentan, que valen oro) a 25 años, un mes y un día de su estreno original en Argentina.
(Por cierto, ya son las 12)
La nota me hizo acordar que hace unos cinco años yo también escribí algo sobre "Volver al futuro".
Una confesión de lo que fue la película para mí, de lo que representa para una etapa de mi vida ese video mil veces visto. Del paso tiempo y de la necesidad de recuperarlo, aún cuando sea imposible.


Volver al futuro

Hace unos días se cumplieron 20 años del estreno de “Volver al futuro”, dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Michael Fox. Para algunos es sólo una efeméride más dentro de la historia del cine, para otros menos que eso. A mí me recordó el paso del tiempo.
“Volver al futuro” es la película que más veces ví en mi vida. No fueron 5 o 10 ocasiones, tal vez la haya visto unas 80 ó 100 veces o tal vez más, nunca las conté y ahora no podría hacerlo.
Fue en los años 86 y 87. En mi casa había videocasetera, una fiel JVC. Yo vivía en Choele y el cablevisión todavía esquivaba el pueblo. No sé por qué, supongo que alguna crisis energética era la razón, hubo un tiempo en que Canal 10 no transmitía a la siesta y sólo quedaban las viejas películas de ATC para pasar el rato.
En casa teníamos tres o cuatro videos grabados, pero a mis hermanos el que más les gustaba era “Volver al futuro”. Casi todos los días a la hora de la siesta, conectábamos la videocasetera y veíamos a Michel Fox volver a la década del 50 para salvarle la vida al profesor Emmet Brown.
Todo esto con una particularidad. Cuando le grabaron la película a mi papá, lo hicieron en un casete que tenía poca cinta o que ya tenía grabado algo, por lo que nunca se grabó el final de “Volver al futuro”.
Vimos “Volver al futuro” un centenar de veces y nunca nos enteramos cómo terminaba.
Como para muchos, nuestra escena preferida era esa en la que Michael Fox le pegaba al grandote forro, escapaba en patineta y tras la persecución, pasaba sobre el descapotable que chocaba y se llenaba de bosta.
O no, tal vez era en la que nuestro héroe Marty McFly subía al escenario para reemplazar al guitarrista herido y se despachaba con un rocanrol que enloquecía a todos los que estaban en el baile anual.
Cada día la volvíamos a ver y disfrutábamos de esas escenas, pero la película indefectiblemente terminaba cuando Marty llegaba al estacionamiento y veía como los terroristas le disparaban al profesor. Se veía a si mismo escapar en el De Lorean y perderse en el pasado.
Pasaron algunos años hasta que la vimos completa, hasta que nos enteramos que el profesor tenía un chaleco a prueba de balas y que todo terminaba bien, como debía ser. Por fin supimos, aliviados, que el profesor vivía, que la vida de Marty se acomodaba y que Biff Tannen pasaba de matón a pusilánime.
Más tarde llegaron “Volver al futuro 2 y 3”.
Las siguientes no importaron demasiado. La película de mi infancia es la primera; con Michael Fox dándole una lección a los matones del pueblo, convenciendo a su padre para que conquiste a su madre. Volviendo al pasado para cambiar el presente.
Todo sería más fácil con un De Lorean, que a 88 millas por hora entre en la espiral del tiempo, toda sería más fácil si se pudieran cambiar algunas cosas.
A esta altura creo que es improbable que consiga ese auto y marque las coordenadas temporales para corregir el pasado. Pero la próxima vez que alquile “Volver al futuro” voy a apagar la video en el momento en que le disparan al profesor y Marty escapa en el auto, voy a parar la película en el trunco final que vi un centenar de veces. Entonces, de alguna manera, estaré junto a mis hermanos en una calurosa siesta como hace casi 20 años.

lunes, 10 de enero de 2011

María Elena Walsh y mi hermano

No tengo en mi memoria una infancia atravesada por las canciones de María Elena Walsh, salvo la ubicua Manuelita, que a todos nos acompañó.
Mi recuerdo de la mujer que nos advirtió que el mundo estaba al revés se debe a una anécdota familiar protagonizada por mi hermano más chico.
Me acuerdo de tener 11 o 12 años y vivir en Choele. Iba a 7º grado y una tarde me mandaron a buscar a mi hermano Mauricio, que iba al jardín de infantes de la Escuela 236.
Antes de llegar a la entrada, escuché que salía música por una de las ventanas abiertas.
Me detuve y miré hacia adentro. Ahí estaba mi hermano bailando la canción del Mono Liso. Bailaba con una nena que -creo- se llamaba Gilda.
Nunca me olvidé de ese momento. Mi hermano más chico bailando con una nena rubia mientras la naranja se paseaba de la sala al comedor.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Mi próximo movimiento

No es una banda de la que haya escuchado un disco completo. Ni siquiera es algo que tenga pensado hacer.
Anduvieron por la zona. Lo recuerdo porque un nombre como Él Mató a un Policía Motorizado no se olvida fácilmente.
Pese a no haberlos visto en vivo, a no escuchar sus discos, a no recordar las caras de los integrantes de la banda, es una canción de EMPM la que más veces seguidas he escuchado en los últimos meses.
Cosas que no sé si a esta edad, 35 por si hace falta decirlo, se hacen con frecuencia.
Enfermarte con un tema y escucharlo hasta que te sangran los oídos es cosa de otra época. Es más de adolescentes, tal vez se banca hasta un tercer año de la universidad, si tuviste una adolescencia media pancha.
Después pasa el tiempo a otra velocidad y justamente lo que no queda es eso, tiempo, para repetir y repetir el mismo tema hasta que no sabés dónde empieza y cuándo termina.
Con “Mi próximo movimiento” me pasó eso que ya no debería pasar.
Una vez entré al sitio de la revista Leche y arrancó la historia de un tipo que se subía al techo a ver el desastre bajo una luna gigante.
No será un gran tema, pero en mí tuvo un efecto mántrico.
El tipo se subió al techo y se volvió a subir y no dejó de subirse por horas. Es más todavía debe estar ahí arriba con el rifle, decidiendo si en algún momento dispara, pensando en su próximo movimiento.

viernes, 20 de agosto de 2010

El pasado mide 2,06 metros

El pasado tiene extrañas formas de presentarse. En este caso lo hizo en la figura de un gigantón, veterano de mil batallas.
Se corporizó en uno de los mejores jugadores argentinos de básquet de toda la historia.
Un tipo que alguna vez contó que salió a comprarse un Escarabajo y volvió con un colectivo.
Hernán Montenegro.
El Loco.
El tipo que, alguna vez conté, había comprado en Choele la casa en la que vivían mis viejos. El que los hubiera convertido en unos sin-techo sino fuera porque alquilaban y ya se habían mudado a El Chocón.
Tal como adelantó mi amigo César Sapag, el Loco fue contratado por el Club del Progreso y esta noche pisará las canchas de Roca para jugar un cuadrangular.
Hoy, dentro de unas horas, estaré en esa cancha para ver jugar al único tipo al que le pedí un autógrafo. Más que por fanatismo, por imitación.
Autógrafo que por quién sabe qué razones me niego a tirar.
Autógrafo que envejece entre otros objetos olvidados.
Una entrada de boliche navideña rubricada con un afecto impostado.
No sé si esta noche será la última vez que nos crucemos con el Loco. Sí tengo claro que en esos 40 minutos existe la posibilidad de que encuentre los motivos que hacen que todavía guarde su firma.

jueves, 8 de abril de 2010

Spam marítimo

Viste que por mail te llegan porquerías de todo tipo, bueno, lo último que me mandaron fue una invitación al Taller “Códigos Cetáceos, junto a Ballenas y Delfines”.
Lo que no sé como carajo van a llevar a las ballenas y los delfines porque es en pleno centro porteño.
Dicen que si voy “Juntos descubriremos el Código Cetáceo que vibra en mi ADN”.
Yo puedo haber engordado un par de kilos, pero de ahí a querer descubrir mi Código Cetáceo hay un océano de distancia.

martes, 16 de febrero de 2010

Mis respetos, Emmanuel

Yo tengo al menos tres razones para respetar a Emmanuel Horvilleur:

1 - Tiene un apellido difícil de escribir y en francés, lo cual queda muy bien.
2 - Hay que tener huevos para cantar "Soy tu nena" y después salir a la calle sin guardaespaldas.
3 - Temo que en caso de no respetarlo me venga a buscar el espíritu de su abuelo: Alberto Villar.

lunes, 8 de febrero de 2010

...

Hay gente que acaricia los libros como si se tratara de animales salvajes.
Hacen bien.
Ojalá lleguemos a ser amigos.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Diario

Yo conozco un secretario de redacción (bah, un chupamedias) que hizo que una nota, que estaba destinada a ser un pirulo perdido en una de las páginas no leídas de un extinto diario, se ganara un espacio en la tapa.
Todo a cambio de una gaseosa de litro y medio y una docena de facturas.
La facturas no estaban buenas, pero la Coca estaba fría, al menos.
Sólo quería decir eso.

lunes, 5 de octubre de 2009

M.

M. vive de escribir. Para vivir de escribir primero tuvo que leer, por lo que podría decirse que vive de leer, aunque cada vez lee menos.
Porque ahora habla. Se supone que vive de hablar, aunque no es así.
Se aplica en él, en forma invertida, esa frase que se ha vuelto simplona, esa frase según la cual Dios nos dio dos oídos y una sola boca para escuchar el doble de lo que hablamos.
A veces hay que ser voz.
O tal vez no, quién sabe.
De cualquier forma, no importa demasiado.
Cuando decía que M. vive de escribir, tampoco es que lo que escriba alguna vez vaya a ser citado. No es eso.
Claro que también debo decir que no es que su vida sea una galería de privilegios por el hecho de “vivir de escribir”.
M. ha escrito en distintos lugares, soportes, tiempos, situaciones.
Algunas cosas que escribió lo hacen sentir orgulloso, pero no puede alardear de ello, aunque no por modestia; otros textos si puede exhibirlos con falsa modestia y hay muchos que francamente prefiere olvidarlos.
Pero lo que más me llama la atención de M. es que en su trabajo como periodista escribe para un diario que no existe.
Sí, en serio, un diario que no se imprime, que no tiene página web, que no se manda por mail.
No es que sea el diario de Irigoyen, nada que ver. Mucho menos que eso.
Por definición un diario está estrechamente relacionado con la actualidad. Un diario se hace para desecharlo por otro diario con fecha de vencimiento igualmente inmediata.
Por eso M. manda notas todos los días (bah, casi todos).
Manda notas a ese diario que no existe.
Manda cinco notas, algo más de mil palabras.
Manda notas con la certeza y con la impunidad de que no serán publicadas.
Manda notas que nadie leerá, pero pese a ello se empecina en que no tengan errores de ortografía.
Manda notas y lamenta que la ausencia física del diario le impida mejorar su economía.
Es que una cosa es escribir para un diario que no existe, para lo cual le pagan un sueldo, y otra muy distinta conseguir que te den un aumento.
M. manda notas y no pregunta por su publicación. Sólo inquiere por los pagos a fin de mes.
M. hace como que no sabe que el diario no se publica, hace como que eso no importa, supone que apenas es un detalle y sigue mandando notas.

miércoles, 1 de julio de 2009

Cerdo, no me llames cerdo

Hoy a la mañana volvía de la radio y pasé frente a la fiambrería del barrio. Dueño y empleada estaban con barbijos. Obviamente, paré para reírme, pero antes de que hablara me dijeron “no es por nosotros, es por vos”, una especie de “no sos vos, soy yo” pero sanitario.
Me contaron que llegó un cliente y pidió aceitunas. El dueño tuvo la mala ocurrencia de toser mientras abría el frasco. El cliente se acomodó y preguntó “eehh, no tenés en sachet”. “No, pero tengo estas que son muy buenas”. “Mmmn, dejá, vuelvo más tarde”.

A la tarde me crucé con un amigo que trabaja en el gremio docente. Hablábamos sobre la paranoia por la gripe A y la falta de stock de alcohol en gel, entonces me contó que había pedido que le compraran alcohol. “Común”, pregunté. “Vodka, whisky, lo que sea”, me aclaró.

Estaría bueno armar un grupo comando que tome por asalto a la gente en el centro y la bese (con amor). Total, siempre hay que alarmarse por algo.

domingo, 5 de abril de 2009

Felicitaciones

"Siempre me causó gracia esa costumbre que lleva a los demás a felicitar al dueño de un auto o una casa nueva, 'Te felicito', dicen. Nunca te felicitan por tener una idea".

A mí me pasa lo mismo, a veces los felicito sólo para quedar bien, una muestra de cotidiana hipocresía para sostener el tejido social.
La frasde de más arriba es de Jorge Lanata en la carta de despedida tras dejar de ser el director de Crítica.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Confesiones

Ma' si, lo digo... cuando escucho ciertas canciones de Erasure tengo que hacer un esfuerzo enorme para no ponerme a bailar.

martes, 25 de noviembre de 2008

Recuperar el goce

La semana pasada decidí retirarme del equipo de futbol en el que juego. Más allá de que no se vaya a notar en su rendimiento, no lo hago en mal momento. Estamos segundos y ya clasificados para la otra ronda.
Pero no puedo seguir.
¿Esto le interesa a alguien?
No importa, quiero explicar el por qué.
Me voy porque no me divierto, porque yo juego a la pelota y los demás al fútbol.
Esta simple diferencia para denominar lo que hacemos es la que marca las distancias que ya no se pueden allanar.
Torpemente este año pensé que podía volver a jugar un campeonato y salir indemne de ello.
Esta visto que no funciona (al menos en mi caso).
Pero ahora dejemos de lado mi caso personal, para centrarnos en esa diferencia.
Si bien hay ocasiones en que el juego (cualquiera de ellos que sea considerado un deporte) se desarrolla en el presente, con sus búsquedas y sus consecuencias, desde la idea de des-estresarse al mantenimiento del físico, en la mayoría de los casos se desenvuelve en dos escenarios: pasado y futuro.
Yo soy de los primeros.
Para mí el juego es el regreso a la infancia, la búsqueda de la diversión efímera, de la felicidad primaria. Una apuesta a lo lúdico e incluso al egoísmo del deleite personal sobre la satisfacción general que representa el objetivo grupal.
Del otro lado están los que juegan en el futuro, donde lo importante nunca es lo que está ocurriendo, ni el recuerdo de lo pasado, sino el resultado a obtener. El paso a paso es un claro ejemplo. Todo es un escalón para llegar más lejos.
Un partido tras otro para mantenerse en la punta del torneo, una ronda tras otra para seguir avanzando y llegar a la final. Incluso ese partido culminante no es sino otro paso, aún cuando sea el postrimero, en busca de ese futuro llamado trascendencia, fama, plata, gloria, mujeres, publicidades o lo que fuera.
No confundir esta situación con una utopía, que se aleja con cada paso dado; acá ese horizonte móvil no es el imposible lugar soñado sino el terreno en el cual el juego pierde el encanto y se convierte en una operación contable.
Es tan importante para algunos ese futuro que dejan de lado la individualidad para que prime el “trabajo” en equipo. Se abandonan al cuerpo social, pero no como gesto solidario sino en un sentido fordista.
Sin embargo, suele ser el individualista, quien en su actitud egoísta e infantil del “todo lo puedo”, es el que abre los caminos, el que embellece la maquinaria del deporte que sólo busca la eficiencia y sus posteriores regalías.
Él es quien con una jugada puede transmutar la línea del tiempo, subvertirla y, de ese modo, volver al pasado para recuperar el placer del juego, la risa, el barro.
Regresar para nacer de nuevo en el atrevimiento de asumir la vida como un juego en el que la búsqueda del goce está por encima de la consecución de otro objetivo.
Para jugar a la pelota y dejar el fútbol para los trabajadores de ese negocio.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Que me perdone Brascó

Estuve muy poco gourmet, ayer me terminé lo que quedaba del Syrah Latitud 33º del pico y recién sacado de la heladera.

martes, 28 de octubre de 2008

Fin para el misterio: Grondona eligió a Maradona para conducir a la selección nacional

Sí, lo sé, soy un loser.
Es todo una mentira. El título y la foto sólo tienen por objeto que entre más gente a este blog.
De hecho, abrí el Google y puse “cómo hacer más popular tu blog” y entonces empecé a seguir algunos de sus consejos.
Es una lista de recomendaciones, como esas que salen en revistas pedorras, para que ustedes no se sientan tan solos y sepan que en otros puntos del mundo hay otras personas leyendo lo mismo.
Por eso lo de Maradona a la selección y la mina en bolas. Todos nos hacemos un poco los intelectuales, pero, de alguna manera, el Diego y un par de tetas nos pueden.
Como no sé si con esto alcanzará, voy a tratar de seguir con el resto de los consejos que encontré en varias páginas de autoayuda para bloggers con complejo de “loqueescriboestarebuenoynololeenadie”:

- Administra tu reputación: Imposible, tendría que matar a mucha gente.
- Crea un blog útil: Mmnnn. No tengo ningún conocimiento útil. Sino no estaría haciendo esto.
- Escribe algo gracioso: Disculpe, señor, pero no soy su bufón.
- Cuéntale a tus visitantes acerca de tu última obsesión: Vuelve a inquietarme la pregunta existencial ¿de qué carajo voy a vivir?
- Ocasionalmente felicita a los que más comentan en tu blog: Felicitaciones a los que dejan mensajes positivos, los demás se la comen.
- Publica imágenes interesantes de tus mascotas: Imposible. Los animales me gustan bien cocidos y con vino tinto. No les saco fotos.
- Sé controvertido: Si tuviera que desconfiar de un extranjero, sería de un peruano, pero prefiero seguir haciéndolo de los argentinos.
- De vez en cuando escribe algo acerca de tu vida personal: Estoy que me cago, ahora vengo.
- Hazle preguntas a tus visitantes: ¿Pegaste faso?
- Comparte algunos secretos: Tengo un boxer a rayas negras y blancas. Podría ser top model en cualquier cárcel que se precie de tener algo de clase.

¿Habrá funcionado?
¿Me ayudarán Dios o Alá o, al menos, Superman?
¿Hay alguien ahí?

lunes, 20 de octubre de 2008

Contraseña

Una de las pocas cosas que sé qué significa en alemán es “schlachthof-fünf”.
“Schlachthof-fünf” quiere decir matadero cinco.
Si alguna vez llego a ir a Alemania voy a ensayar un “schlachthof-fünf”.
Lo voy a hacer hasta que encuentre a alguien que se asombre y que, con el ritmo de máquina pesada de su correcto alemán, me interrogue “¿Kurt Vonnegut?”.
Entonces asentiré y sabré que podemos ser amigos.

domingo, 20 de julio de 2008

Perdón por el exabrupto

Hay un repetido interés en los medios nacionales por reflejar cómo ven en otros países lo que pasa en la Argentina (desde diarios o medios digitales hasta el nerd que navega en Telenoche).
Suelen ponernos al tanto de lo que dicen New York Times, El País, Washigton Post, The Economist, La Gazzeta de tu Hermana o El Hocicón de Pelotillehue.
Me veo en la obligación de confesar que lo que opinan medios "influyentes" de otros países sobre la "realidad" argentina... a mí me chupa bien la poronga.

viernes, 18 de julio de 2008

Personaje del año

Yo estaba convencido que el personaje del año ya estaba elegido, que seis meses habían sido suficientes, que iba a aparecer entre Mirtha y Susana en la tapa de fin de año de la revista Gente, ahí, justo ahí, sentado adelante de Marcelo, mostrándole el diente a Valeria.
Yo estaba convencido que el personaje del año ya era Alfredo de Angelis, que con sus arrebatos verbales había opacado incluso los arrebatos orales de Wanda Nara, su promocionado pete y la boda soñada con el Maxi.
Pero ahora apareció Cleto Cobos, radical, gris, timorato.. y me recagó.

lunes, 7 de julio de 2008

Ser parte de la historia

El sábado volví de un día de mierda en el trabajo, casi doce horas luchando contra la máquina.
Caipirinha en mano, puse la tele para completar la estupidización.
Estaba Bebe “Mandibulín” Contepomi (uno de los apellidos peor armados) presentando “el pogo más grande del mundo”.
Agotado, miraba (envidiaba) al Indio y a sus Fundamentalistas mientras hacían delirar a los que tuvieron la suerte de ir a verlo y escucharlo a Tandil.
Me parece, tal vez sólo sea otra idea obvia, que es indispensable ir aunque sea una vez en la vida a un recital del Indio o haber ido a alguno de los Redondos.
No para entender (ni siquiera sé si es necesario o si se puede entender), pero sí para ser parte de un cachito de la Historia del rock, de esa Historia grande.
Nada más.