El sábado volví de un día de mierda en el trabajo, casi doce horas luchando contra la máquina.
Caipirinha en mano, puse la tele para completar la estupidización.
Estaba Bebe “Mandibulín” Contepomi (uno de los apellidos peor armados) presentando “el pogo más grande del mundo”.
Agotado, miraba (envidiaba) al Indio y a sus Fundamentalistas mientras hacían delirar a los que tuvieron la suerte de ir a verlo y escucharlo a Tandil.
Me parece, tal vez sólo sea otra idea obvia, que es indispensable ir aunque sea una vez en la vida a un recital del Indio o haber ido a alguno de los Redondos.
No para entender (ni siquiera sé si es necesario o si se puede entender), pero sí para ser parte de un cachito de la Historia del rock, de esa Historia grande.
Nada más.
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