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martes, 2 de noviembre de 2010

Crónicas del adiós

Las Águilas Humanas es el blog en el que se publican las crónicas de los alumnos del taller del periodista y escritor Cristian Alarcón.
Blog que se ha visto tomado por la mirada de sus participantes sobre uno de los hechos más trascendentes de los últimos años: la muerte de Néstor Kirchner. Miradas que recorren ese paisaje para traducirlo en estas crónicas que tenés a un click de distancia.
Nueve águilas sobrevolando un pedazo de historia, nueve periodistas narrando las crónicas del adiós
En la presentación de este trabajo Cristian Alarcón cuenta que “los cronistas que se sentaron a escribir lo que no podrían publicar en los medios, lo que no escribirían en esas cuartillas antojadizas en las que se ciñe la narración periodística, tuvieron la libertad para hacerlo aquí, sin más intención que la de contar desde lo propio, desde el haber estado, desde la percepción, desde aquello que podríamos llamar interior, lo que les dejó la experiencia”.
Gracias por ser nuestros ojos por un rato, gracias poner en escena nuestros cuerpos a la distancia.

Papeles - Patricia Serrano
Si el hombre de mi vida se fuera así tan de golpe de mi lado yo también quisiera mil dibujos de niños que me dieran amor, aunque no supieran nada de la muerte. Aunque yo tampoco sepa nada de la muerte ni de hombres que te aman por toda la vida.

El cortejo peronista - Martín Ale
Ella tiene puestas las gafas oscuras que la cubrieron durante todo el funeral. No habrá foto de su mirada, como tampoco habrá foto del líder muerto.

Los cuerpos cuentan - Maru Ludueña
En el reloj del Cabildo los minutos no pasan. El tiempo se ha vuelto algo muy raro, algo que invierto acá, por curiosidad. Algo que habitualmente cuido mucho porque entiendo que es lo único que no se puede comprar. Tiempo y cuerpo en suspenso. Siento contracturas. Horas de pie en la experiencia más nac & pop de mi vida.

Le voy a contar mis nietos - Sebastián Hacher
Entonces lo volví a ver: era Franco, el pibe del día anterior. Llegó frente al cajón y se largó a llorar con todo, como se llora cuando se es niño y todavía no se tienen las reservas del caso. La escena duró pocos segundos y fue incómoda. Franco se abrazó con Máximo -le llegaba a la altura de la panza- y gritó que Néstor era su amigo, que él lo quería mucho. La trasmisión cambió de cámara enseguida.

“No se ilusionen, mamá es una leona” - Naimid Cirelli
Y hay quienes dejan regalos, que son aceptados y colocados sobre en cajón o a un costado. Un hombre se asoma y le entrega al guardia una camiseta de San Lorenzo gastada. “Hace veinte años que la tengo”, explica, “yo sé que él era de Racing, pero que me la cuide”. La colocan a un costado. Abajo, un cartelito prolijo dice: “Ni se ilusionen, Mamá es una leona”.

La muerte en la sala de traumatología - Candelaria Schamun
Durante 20 horas mi dedo pulgar apretó el botón del control remoto: cinco canales para arriba, cinco canales para abajo, cada vez que lo hacía la plaza estaba más llena. Por la impotencia de no poder salir corriendo a Casa Rosada mandé mensajes de texto a mis amigos: “Murió Néstor”.

El nuevo hombre - Juan Tauil
Aterricé solo en la fila que llevaba al pueblo rumbo a la capilla ardiente para despedir al prócer: eran las 6 de la tarde. Recorrí de punta a punta esa guirnalda humana que se desplegaba colorida pero sumida en el dolor hasta que llegué a su comienzo, o a su fin; quién sabe dónde empiezan y terminan estos actos de amor.

La epopeya futura - Lucía Álvarez
En la villa no estaba el silencio de la ciudad porque todo es circulación. Más allá de algunos comentarios (“¿El Calafate queda en Argentina?”) en ciudad oculta no había lugar para la conmoción o el duelo. La muerte de un ex presidente sigue estando lejos. El poder todavía está muy lejos de esos microclimas.

jueves, 14 de octubre de 2010

Presentación del libro "Si me querés, quereme transa"

No estoy muy seguro del año, supongo que fue en el 2000 o en el 2001, un amigo que lee mucho y bien, el Colo, llegó a casa con un pliego de diario algo ajado por el viaje en su mochila.
Estaba tan entusiasmado con lo que había leído, que antes de pasármelo, me empezó a contar de qué iba la historia.
Me habló de un pibe al que le decían “Frente”, el “Frente” Vital, a quién hasta ese momento jamás había oído mencionar.
Un pibe que había sido fusilado por un policía cuando ya se había entregado, un guacho al que se encomendaban los chorros del barrio antes de dar un atraco, el santo al que le rezaban esos desangelados capaces de robarse un ventiluz, al que oraban entre porros y birras, para que todo saliera bien o al menos para que desviara las balas policiales.
El “Frente” Vital, el que se robó un camión de reparto de lácteos, y cual Pancho Ibáñez monoblokero, impulsó el consumo de yogurt y de leche cultivada, aunque sea por un día entre la gente del barrio.
A este periodista hay que leerlo, me dijo mi amigo cuando me dio ese pliego del Página 12. Y de ahí en más empezamos a leer todo aquello que llevara la firma de Cristian Alarcón.

Una de las cosas que yo creo que se destacan en Cristian Alarcón es que sabe encontrar el lugar en el cual ubicarse a la hora de narrar las historias, historias de las que es parte, porque no parece ser un periodista aséptico. Aunque no lo quiera, Alarcón se vuelve parte del relato. Es indispensable para narrar como lo hace. Claro que sin por ello desplazar a los verdaderos actores, sin ocupar el centro. Apelando a la primera persona, pero sin sucumbir a la tentación yoica.
Tal es su presencia a la hora de construir historias que lo vemos, lo leemos, tratando de escapar -sin éxito- del compromiso de apadrinar al hijo de una vendedora de cocaína, ser parte de un rito umbanda o acompañar a una mujer al hospital donde su hijo agoniza.

Alarcón pone su cuerpo en juego, pero, repito, se aleja del centro para observar mejor y poder contar lo que ve, lo que aprende, lo que escucha, sin absorber el protagonismo de las historias que da a conocer, pese a ser él quien elige el tono y las voces del relato.
Ni estrella mediática que viene a contarnos cómo lo atraviesan esas duras historias con las luces apuntándole, ni turista de los bordes que se regodea desde el itinerario falso representado para la ocasión, del simulacro de la marginalidad televisada.
Por suerte, no es un Facundo Pastor corriendo sin aliento al dealer de turno, mientras le grita que está vendiendo merca mal cortada.
Por fortuna para el periodismo, no elige mostrar historias marginales con el fin de que se regodee la clase media, cómodamente indignada.

Cristian Alarcón describe con pulso trepidante en “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” y en “Si me querés, quereme transa” mundos que están ahí a la vuelta, pero a los que es muy difícil entrar de manera honesta, para contar desde sus entrañas los hechos, las historias que componen ambos libros.
Y logra hacerlo sin caer en la estetización de la marginalidad, en la denuncia policial, en el prejuicio burgués o en la celebración progre de ciertas banderas cuyo agite no pasa del discurso mediático.

Deberían, los que no lo hicieron, leer “Si me querés, quereme transa”. La reconstrucción de la muerte de los Valdivia, ya lo vale. Parece una escena filmada con varias cámaras por el coro de voces que la relatan. O el descubrimiento de personajes como Olray, un ex Susano adicto al paco. La reconstrucción de ciertos escenarios, con sus músicas, sus aromas, sus costumbres. Ese instinto de supervivencia que también aparece en “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, pero acá para insertarse dentro del engranaje económico de una manera mucho más sistemática. Y la traición marcando el ritmo de la historia.

“Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” y “Si me querés, quereme transa” se leen como novelas por la prosa atractiva, por el ritmo impuesto, por la construcción de sus personajes, pero sobre todo porque tal vez tenga razón el periodista Jorge Fernández Díaz, quien en una nota sobre el libro que nos convoca, escribió que “cualquier vida es una novela”.
Puede ser cierto, pero para que eso ocurra, hace falta una mirada, la mirada de un cronista como Cristian Alarcón.

Esto es lo que compartí hace un rato con las personas que asistieron a la presentación de "Si me querés, quereme transa", antes de que hablara Cristian Alarcón.