jueves, 9 de enero de 2014

En el principio...

Llegué a este puerto con poco equipaje: cuatro camisas, mis instrumentos de caligrafía y un corazón en un frasco de vidrio. Las camisas estaban remendadas y con manchas de tinta, a mis plumas las había arruinado el aire del mar. El corazón, en cambio, lucía intacto, indiferente al viaje, a las tormentas, a la humedad del camarote. Los corazones sólo se gastan en vida; después, ya nada les hace daño.


“El calígrafo de Voltaire”, Pablo de Santis

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