viernes, 28 de noviembre de 2008

Periodismo

Publicado en Muy lindo todo, diario Crítica.

Mala leche

Yo estaba dormido, pero lo escuché bien. Lo dijo el profesor de Historia de las Ideas de la Universidad Nacional del Comahue, Néstor Spángaro: “Los periodistas no tienen urgencias… tienen mala leche”.

martes, 25 de noviembre de 2008

Recuperar el goce

La semana pasada decidí retirarme del equipo de futbol en el que juego. Más allá de que no se vaya a notar en su rendimiento, no lo hago en mal momento. Estamos segundos y ya clasificados para la otra ronda.
Pero no puedo seguir.
¿Esto le interesa a alguien?
No importa, quiero explicar el por qué.
Me voy porque no me divierto, porque yo juego a la pelota y los demás al fútbol.
Esta simple diferencia para denominar lo que hacemos es la que marca las distancias que ya no se pueden allanar.
Torpemente este año pensé que podía volver a jugar un campeonato y salir indemne de ello.
Esta visto que no funciona (al menos en mi caso).
Pero ahora dejemos de lado mi caso personal, para centrarnos en esa diferencia.
Si bien hay ocasiones en que el juego (cualquiera de ellos que sea considerado un deporte) se desarrolla en el presente, con sus búsquedas y sus consecuencias, desde la idea de des-estresarse al mantenimiento del físico, en la mayoría de los casos se desenvuelve en dos escenarios: pasado y futuro.
Yo soy de los primeros.
Para mí el juego es el regreso a la infancia, la búsqueda de la diversión efímera, de la felicidad primaria. Una apuesta a lo lúdico e incluso al egoísmo del deleite personal sobre la satisfacción general que representa el objetivo grupal.
Del otro lado están los que juegan en el futuro, donde lo importante nunca es lo que está ocurriendo, ni el recuerdo de lo pasado, sino el resultado a obtener. El paso a paso es un claro ejemplo. Todo es un escalón para llegar más lejos.
Un partido tras otro para mantenerse en la punta del torneo, una ronda tras otra para seguir avanzando y llegar a la final. Incluso ese partido culminante no es sino otro paso, aún cuando sea el postrimero, en busca de ese futuro llamado trascendencia, fama, plata, gloria, mujeres, publicidades o lo que fuera.
No confundir esta situación con una utopía, que se aleja con cada paso dado; acá ese horizonte móvil no es el imposible lugar soñado sino el terreno en el cual el juego pierde el encanto y se convierte en una operación contable.
Es tan importante para algunos ese futuro que dejan de lado la individualidad para que prime el “trabajo” en equipo. Se abandonan al cuerpo social, pero no como gesto solidario sino en un sentido fordista.
Sin embargo, suele ser el individualista, quien en su actitud egoísta e infantil del “todo lo puedo”, es el que abre los caminos, el que embellece la maquinaria del deporte que sólo busca la eficiencia y sus posteriores regalías.
Él es quien con una jugada puede transmutar la línea del tiempo, subvertirla y, de ese modo, volver al pasado para recuperar el placer del juego, la risa, el barro.
Regresar para nacer de nuevo en el atrevimiento de asumir la vida como un juego en el que la búsqueda del goce está por encima de la consecución de otro objetivo.
Para jugar a la pelota y dejar el fútbol para los trabajadores de ese negocio.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Me parece a mí

Hay que ser muy hijo de puta para decirle Queen a un grupo en el que no está Freddie Mercury.
Las otras opciones son ser sordo o participar del negocio.

La palabra del Señor

Publicado en el blog Muy lindo todo de Crítica.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Quejidos en la madrugada

Hace unos días mi novia estuvo enferma. Se recuperó, pero durante ese tiempo estuvo mal. No podía dormir y, por ende, yo sólo podía descansar unas horas. Cuando uno no duerme está tan cansado que sólo puede pensar en conseguirlo. En cambio, cuando uno duerme unas horas esa pequeña dosis de energía puede ser desviada hacia el lado del mal.
Eso me pasó a mí.
Como no me dejaba dormir, estudié la posibilidad de asesinarla. Entonces me acordé de un pasaje de un libro de Fogwill (al final no la maté).

“Le hicieron una cama blanda de lana en la chimenea nueva. La sangre seca, que se le había helado entre los pelos y la barba no se pudo quitar. Le dolía adentro. No movía nada, ni los brazos ni las piernas cuando acabaron de acostarlo. Se le hizo tomar Tres Plumas y genioles. No digería: vomitaba. Esa noche empezó a quejarse.
Al día siguiente se quejaba todo el tiempo. Cada vez que respiraba, en el momento de soltar el aire, se quejaba. Era como un mugido que ponía los pelos de punta. Quejarse fue lo único que hizo. No podía comer, ni fumar, ni tomar los genioles. Los pichis no aguantaban oírlo. Se tapaban la cara, las orejas; nadie quería escuchar.
El Turco se pegaba fuerte la cabeza contra el durmiente. De la entrada y se apretaba las orejas con los puños. Él salio. Tuvo un viaje a la playa y otro hasta los ingleses, que le dieron un respiro, porque no aguantaba quedarse ahí oyéndolo quejarse. La última noche, antes de que muriera Diéguez, encontró una manera de soportar: tenía que respirar a la par del quejoso. Respiraba a la par y cuando adivinaba que se venía el alarido, al mismo tiempo, también él se quejaba a la par. Así se le producía alivio. En lo oscuro, algún pichi le copio el método, y al rato, como un coro, sonaban varios pichis quejándose. Pero los otros no entendían: los pateaban, puteaban y pedían que se callaran como si precisasen escuchar nada más que el quejido del que se iba a morir.
Cuando se murió Diéguez todos se aliviaron”.

“Los Pichiciegos”, de Rodolfo Fogwill. Pág. 90-91

sábado, 15 de noviembre de 2008

Pasión azulgrana

"Es un anhelo. Como la Argentina quiere recuperar Malvinas, nosotros queremos volver a Boedo, la zona que nos corresponde”.

Guillermo Zoppi, vice de San Lorenzo, hablando sobre la intención del club de volver a jugar en "Tierra Santa".
Vayan corriendo los tetra de puré de tomate que los "cuervos" quieren volver al Gasómetro.

martes, 11 de noviembre de 2008

Compositores y poetas

"Dos enfermedades acosan a los compositores argentinos: la mediocridad de todas sus composiciones y la carencia irremediable de talento para componer discos conceptuales, escapado de esa celda de cancioncillas exitosas en la que se encuentran aprisionados.
Sin embargo, muchos de nosotros seguimos aguardando el advenimiento de los poetas. La aparición violenta y lacerante de una voz que surja de los abismos para resignificarnos. Mientras tanto, nos encontramos sumergidos en esta empalagosa ciénaga de música repulsiva".

Enrique Symns en Crítica.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Moby Dick en la Patagonia

Don Pancho limpió el hueso de cordero con la punta del cuchillo y me hizo la pregunta salvadora, que sin embargo me costó responder.
- ¿Y por qué quiere embarcarse en un ballenero, paisanito?
- Porque… porque… la verdad es que leí una novela. Moby Dick. ¿la conocen ustedes?
- Yo no. Y se me ocurre que el Vasco tampoco. No somos muy leídos por acá. ¿Y de qué se trata esa novela?
En Santiago, entre mis amigos, yo tenía fama de ser buen “contador” de películas. Eran las cinco de la tarde cuando empecé a contar, tímidamente primero, la epopeya del capitán Ahab. Los dos hombres me escuchaban en silencio, y no sólo ellos; en las otras mesas se interrumpieron las conversaciones y de a poco los parroquianos se acercaron a nuestra mesa. Narraba y luchaba con mi memoria. No podía traicionarme. Los hombres entendieron que me concentraba en lo que les refería, y sin hacer ruido me renovaron varias veces el vaso de chicha de manzana. Hablé durante dos horas. Herman Melville habrá perdonado si aquella versión de su novela tuvo algo de mi propia cosecha, pero al terminar todos los hombres mostraban semblantes pensativos, y luego de palmotearme los hombros regresaron a sus mesas.
- Moby Dick. Mire – suspiró el Vasco.
Pidieron la cuenta. Pagaron. Tuve la amarga certeza de que hasta allí llegaba mi aventura.
- Bueno. Vamos – dijo Don Pancho.
- ¿Yo también? ¿Me llevan?
- Claro, paisanito. Hay que aprovechar la luz para revisar los aparejos. Zarpamos mañana temprano.

“Mundo del fin del mundo”, Luis Sepúlveda. Pág. 30-31

jueves, 6 de noviembre de 2008

Ese oscuro objeto de deseo

Lewis Hamilton ganó el campeonato de Fórmula 1, Barack Obama se impuso en las elecciones en EEUU y habrá más sorpresas.
Que tiemble la puta oligarquía, que le tiriten las rótulas a los blancos desabridos, los negros vienen por todo y ya anuncian que la fórmula ganadora de las presidenciales de 2011 será D’Elía-González Oro.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Que me perdone Brascó

Estuve muy poco gourmet, ayer me terminé lo que quedaba del Syrah Latitud 33º del pico y recién sacado de la heladera.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Maradona, el esclavo liberador

Decidí escribir porque ya estoy cansado de que la gente me pare por la calle y, confundiéndome con un gurú de canal de cable, arremeta con sus dudas a la espera de un consejo.
La bolsa baja… tome más despacio, señor, o no convide, vea lo que le conviene, mézclela con Blancaflor.
El precio de la soja se cae a pedazos… vaya a una inversión segura, cómprese un ministro, eso nunca dio pérdidas.
Hay que bajar la edad de imputabilidad de los menores… no querido, baje el volumen del TV y póngase a hablar con su familia, baje las ambiciones consumistas, baje la pornográfica tasa de ganancias de los hijueputas que la levantan con pala, baje la ineptitud de los funcionarios, bájele la persiana a su enano fascista.
Pero ahora vayamos a la que ha sido la gran duda de estos días: ¿tiene Maradona que ser el DT de la selección?
La respuesta es muy fácil: Sí… más complicado es justificarla.
Estoy muy lejos de ser un fan de Maradona, sin embargo creo que si hay alguien que se merece ser técnico de la selección, no caben dudas, que ese es Diego Armando.
Para sacar adelante al frustrante equipo que hasta hace poco dirigía el Coco Basile hace falta mucho más que un estratega. El problema pasa por otro lado, hay que cuestionarse el rol del jugador de fútbol que se pone la camiseta argentina.
Uno de los problemas de la selección es que se ha aburguesado. Pese a que sus integrantes son parte del elenco estable de los nuevos ricos salvados por los jugosos contratos que genera el fútbol, lejos están de esa clase alta que por derecho se arroga ser destinataria de lo más excelso, de lo máximo. De una clase que sólo aspira a lo mejor por el simple hecho de que siempre lo tuvo.
Más lejos aún están de sus orígenes. Del barro, de la pobreza que en otras épocas fue el motor que impulsó sus piernas para escapar de un pasado de miseria que amenazaba con hacerse piel y no abandonarlos más.
Los jugadores argentinos apenas son unos pobres burgueses. Perdieron los sueños cuando empezaron a mirar de reojo su pasado, cuando se aseguraron el futuro. Dueños de sus medios de producción (llámense piernas durante el juego o jetas a la hora de las publicidades) perdieron la mística cuando se volvieron marcas (o maracas, por qué no). Son temerosos, le han perdido el sabor al desafío.
Entonces no se trata de cambiar al DT sino de fumigar a todos esos parásitos con DDT. Lo que hace falta es una revolución para sacarlos de ese sopor burgués y el único líder posible es Maradona.
Ya lo dijo Juan Villoro es “Dios es redondo” (y con el título no se refería al Diego de sus peores momentos): “El fútbol ha tenido un rey, Pelé. Pero sólo ha tenido a un esclavo liberador (Maradona)”.
Maradona fue Espartaco.
Tras el fracaso del Mundial 82, Diego fue ungido líder de la banda de zaparrastrosos que había elegido el Narigón Bilardo para la selección nacional.
Petiso, gordito, negro, bostero, ídolo de los marginados tanos del sur, Maradona levantó la bandera de los desplazados, regó las canchas de talento y venció a todos los que se le cruzaron para liberar y liberarse.
Después de ello, pudo haber sido Platini, pero eligió ir por todo y no callarse. Fue a Italia (y con una banda aún más zaparrastrosa) le arruinó la fiesta a los locales, desafió a Havelange y sufrió la trampa.
Maradona, como cualquier héroe trágico, pagó por sus acciones.
Maradona fue un Sansón en las malas (drogas, coqueteos y peleas con el poder, salvador sin salvación, efedrina, traiciones, mentiras, quilombos policiales y judiciales, hijos extramatrimoniales, etc.).
Resurgió en EEUU 94 y volvió a caer, pero aún tras esa desilusión, nadie puede negar que ese corazón destrozado es el que más fuerte ha latido por la selección argentina. Sístole y diástole, celeste y blanca.
Nadie ha sentido tanto amor por esa camiseta como Diego Armando Maradona. Nadie le ha dado tanto. Nadie le ha faltado tanto.
El equipo no necesita un DT, lo que le hace falta es un revolucionario.
Un esclavo liberador.
Un Maradona que les grite en la cara que Nike no es un país, que Adidas no ganó ningún mundial, que a la camiseta se la respeta, se la transpira, se la lleva con orgullo más allá de los putos sponsores.
Un Maradona que cachetee a los tibios y los mande a jugar con la Play Station, un Maradona que lidere un grupo de jugadores que sueñe con tomar el cielo por asalto para recuperar la gloria o que, al menos, deje el corazón en el intento.