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domingo, 5 de junio de 2011

Stanley Sylvester, un cónsul de rehén en el Bajo Saladillo

Ocurrió el 23 de mayo de 1971. Ese día Stanley Sylvester, cónsul inglés en Rosario y gerente del frigorífico Swift, fue secuestrado por un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Durante una semana, la atención de la ciudad y el país estuvo concentrada en el episodio, potenciada por sus características extraordinarias y sobre todo por las demandas de los secuestradores, que exigieron como rescate la reincorporación de trabajadores despedidos del frigorífico y la entrega de alimentos, frazadas y útiles escolares en concepto de indemnización a los obreros de la carne. A cuarenta años, el secuestro de Sylvester aún tiene historias para contar.

jueves, 13 de enero de 2011

Volver al futuro

Hace unos días leí una nota de Mariano Katz en el Radar del P/12. Se titula "Sus hijos lo entenderán", frase extraída de la película que más veces vi en mi vida: "Volver al futuro".
La nota de Katz está motivada por su reestreno hoy jueves 13 de enero de 2011 (esta parte la escribí a las 11:59 y todos los que vimos la película sabemos que los minutos cuentan, que valen oro) a 25 años, un mes y un día de su estreno original en Argentina.
(Por cierto, ya son las 12)
La nota me hizo acordar que hace unos cinco años yo también escribí algo sobre "Volver al futuro".
Una confesión de lo que fue la película para mí, de lo que representa para una etapa de mi vida ese video mil veces visto. Del paso tiempo y de la necesidad de recuperarlo, aún cuando sea imposible.


Volver al futuro

Hace unos días se cumplieron 20 años del estreno de “Volver al futuro”, dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Michael Fox. Para algunos es sólo una efeméride más dentro de la historia del cine, para otros menos que eso. A mí me recordó el paso del tiempo.
“Volver al futuro” es la película que más veces ví en mi vida. No fueron 5 o 10 ocasiones, tal vez la haya visto unas 80 ó 100 veces o tal vez más, nunca las conté y ahora no podría hacerlo.
Fue en los años 86 y 87. En mi casa había videocasetera, una fiel JVC. Yo vivía en Choele y el cablevisión todavía esquivaba el pueblo. No sé por qué, supongo que alguna crisis energética era la razón, hubo un tiempo en que Canal 10 no transmitía a la siesta y sólo quedaban las viejas películas de ATC para pasar el rato.
En casa teníamos tres o cuatro videos grabados, pero a mis hermanos el que más les gustaba era “Volver al futuro”. Casi todos los días a la hora de la siesta, conectábamos la videocasetera y veíamos a Michel Fox volver a la década del 50 para salvarle la vida al profesor Emmet Brown.
Todo esto con una particularidad. Cuando le grabaron la película a mi papá, lo hicieron en un casete que tenía poca cinta o que ya tenía grabado algo, por lo que nunca se grabó el final de “Volver al futuro”.
Vimos “Volver al futuro” un centenar de veces y nunca nos enteramos cómo terminaba.
Como para muchos, nuestra escena preferida era esa en la que Michael Fox le pegaba al grandote forro, escapaba en patineta y tras la persecución, pasaba sobre el descapotable que chocaba y se llenaba de bosta.
O no, tal vez era en la que nuestro héroe Marty McFly subía al escenario para reemplazar al guitarrista herido y se despachaba con un rocanrol que enloquecía a todos los que estaban en el baile anual.
Cada día la volvíamos a ver y disfrutábamos de esas escenas, pero la película indefectiblemente terminaba cuando Marty llegaba al estacionamiento y veía como los terroristas le disparaban al profesor. Se veía a si mismo escapar en el De Lorean y perderse en el pasado.
Pasaron algunos años hasta que la vimos completa, hasta que nos enteramos que el profesor tenía un chaleco a prueba de balas y que todo terminaba bien, como debía ser. Por fin supimos, aliviados, que el profesor vivía, que la vida de Marty se acomodaba y que Biff Tannen pasaba de matón a pusilánime.
Más tarde llegaron “Volver al futuro 2 y 3”.
Las siguientes no importaron demasiado. La película de mi infancia es la primera; con Michael Fox dándole una lección a los matones del pueblo, convenciendo a su padre para que conquiste a su madre. Volviendo al pasado para cambiar el presente.
Todo sería más fácil con un De Lorean, que a 88 millas por hora entre en la espiral del tiempo, toda sería más fácil si se pudieran cambiar algunas cosas.
A esta altura creo que es improbable que consiga ese auto y marque las coordenadas temporales para corregir el pasado. Pero la próxima vez que alquile “Volver al futuro” voy a apagar la video en el momento en que le disparan al profesor y Marty escapa en el auto, voy a parar la película en el trunco final que vi un centenar de veces. Entonces, de alguna manera, estaré junto a mis hermanos en una calurosa siesta como hace casi 20 años.

jueves, 22 de octubre de 2009

Las plagas del fin del mundo

El verdadero problema de Ushuaia es la belleza. Las montañas nevadas, el bosque frío que rodea la existencia, el canal de Beagle salpicado de barcos, los techos de colores de las casas de chapa. Si yo fuese conejo me estaría reproduciendo. Si fuera castor levantaría diques en el río Pipo. Si fuera un albañil boliviano usurparía tierras para quedarme por más tiempo. Si fuera un turista escandinavo buscaría una prostituta hondureña para pedirle calor, para mostrarle las fotos de mi aventura a la Antártida. Si fuera una puta centroamericana cobraría en euros, y bajaría todos los días al muelle a despedir a mis clientes con un pañuelo blanco, y nunca me detendría al volver a mi casa para ver un oscuro monumento. Adiós Erik, adiós.
De Eliezer Budasoff en "Los Trabajos Prácticos".

martes, 22 de septiembre de 2009

"Con Dios y con el Diablo" ploteado

Matías Luna le metió mano a la foto que nos hicieron para la nota del diario Río Negro por nuestro programa "Con Dios y con el Diablo". Ah, una aclaración, el que duda es Ricardo, yo soy el anti-solemne.

miércoles, 1 de julio de 2009

Cerdo, no me llames cerdo

Hoy a la mañana volvía de la radio y pasé frente a la fiambrería del barrio. Dueño y empleada estaban con barbijos. Obviamente, paré para reírme, pero antes de que hablara me dijeron “no es por nosotros, es por vos”, una especie de “no sos vos, soy yo” pero sanitario.
Me contaron que llegó un cliente y pidió aceitunas. El dueño tuvo la mala ocurrencia de toser mientras abría el frasco. El cliente se acomodó y preguntó “eehh, no tenés en sachet”. “No, pero tengo estas que son muy buenas”. “Mmmn, dejá, vuelvo más tarde”.

A la tarde me crucé con un amigo que trabaja en el gremio docente. Hablábamos sobre la paranoia por la gripe A y la falta de stock de alcohol en gel, entonces me contó que había pedido que le compraran alcohol. “Común”, pregunté. “Vodka, whisky, lo que sea”, me aclaró.

Estaría bueno armar un grupo comando que tome por asalto a la gente en el centro y la bese (con amor). Total, siempre hay que alarmarse por algo.

domingo, 5 de abril de 2009

Felicitaciones

"Siempre me causó gracia esa costumbre que lleva a los demás a felicitar al dueño de un auto o una casa nueva, 'Te felicito', dicen. Nunca te felicitan por tener una idea".

A mí me pasa lo mismo, a veces los felicito sólo para quedar bien, una muestra de cotidiana hipocresía para sostener el tejido social.
La frasde de más arriba es de Jorge Lanata en la carta de despedida tras dejar de ser el director de Crítica.

martes, 3 de marzo de 2009

La reivindicación del bigote

Esta nota la tendría que haber escrito Matías Pordomingo. Es que promediando el programa de radio "Un Plan Perfecto" decidió adosarle a su fisonomía un delicado bigote, que remitía a aquellos galanes de la década del ‘50 bien trajeados, que correteaban a una Mirtha Legrand que todavía ni soñaba con preparar sus almuerzos para la tele.
Así fue como nació esta disquisición, esta necesidad de adentrarse en la espesura de los bigotes, accesorio capilar tan vinculado al poder en las provincias del Comahue (Verani, Saiz, Soria, Arriaga, Sobisch, Estévez, Lara).
Porque qué es el bigote sino una marca, un sello indeleble –aunque afeitable-, una elección estética a la que sólo se animan aquellos que hacen gala de una personalidad inquebrantable.
A ese bigote le hablo, al que nace con altibajos, al que pincha, al que te hace sentir un clon de Cantinflas, al que le llenó la cara de sarpullidos a esa chica que conociste después de una larga abstinencia.
Ese bigote que fue signo de virilidad fue secuestrado hace años. Se lo llevó la derecha.
Mientras las barbas clásicas siguen identificando a izquierdistas, neo-hiparracos y estudiantes de carreras humanísticas; las barbas candado terminaron siendo propiedad de los pelados y los garcas.
Peor suerte le tocó al bigote. Esa línea de pelos que va sobre los labios fue decomisada por policías, políticos neoliberales y conservadores, militares y algún que otro taxista mala onda.
Por eso desde las páginas de Leche se lanza esta campaña, se abre la puerta a esta cruzada, se invita a los argentinos de bien a hacer política de acción directa: Recuperemos el bigote (mujeres abstenerse).
Recuperemos ese bigote familiero-pícaro a la Guillermo Francella, el bigote carolo a la Freddy Mercury y/o Miranda, el bigote pachanguero a la Alcides e incluso el bigote gourmet que saborea Martín Caparrós.
Afeitemos las mejillas, abramos las barbas candado, gritemos a los vientos de la Patagonia, ¡uso bigote, ¿y qué?!

Sepan disculpar la "destemporalidad" de la nota, pero la quería compartir. Fue escrita para la revista Leche en la segunda mitad del 2007.