El último verdugo de Zimbabwe renunció en 2005. Su encargo final fue colgar a dos asaltantes a mano armada; no por el crimen que los llevó a prisión sino porque mataron a un guardián en un intento de fuga.
El desempleo en el país llegó a un record de 94 por ciento y, sin embargo, el puesto de verdugo sigue vacante. Los requisitos no son muy difíciles: el candidato no necesita experiencia previa, ni siquiera tiene que saber leer. El puesto está disponible sólo para varones y no es para los débiles de espíritu.
“Un verdugo no puede tener remordimientos; si eso sucede, hay que retirarlo”, explicó un oficial anónimo al diario local Daily News. “Es la parte más difícil del trabajo: no tiene que ver con sogas, ni palancas, sino con la conciencia.”
Los condenados a muerte, mientras tanto, languidecen en la prisión de Chikurubi, tristemente famosa por estar superpoblada, fría y sucia. La mejor parte de su suerte consistía en tener garantizada una estancia breve; sin un verdugo, no obstante, ¿quién los liberará de su martirio?
El Daily News dice que la restricción de género es un obstáculo grande a la hora de conseguir un verdugo nuevo. ¿Por qué no una mujer para sacar a los hombres de este mundo? Al fin y al cabo, hasta ahora siempre ha sido al revés.
Salió en el Vale decir del Página 12.
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