"En 1928, a los nueve años, yo formaba parte, con todo el espíritu de cuerpo posible, de una organización conocida como el Club de los Comanches".
Yo no formé parte de ese grupo, pero de verdad me hubiera gustado. Viajar en el viejo autobús y escuchar al Jefe narrar las aventuras de "El hombre que ríe".
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