“El libro Negro” es una novela de esas que hay que ir rumiando sin apuro, que se van disfrutando a medida que uno se adentra en las páginas y en las calles de Estambul que describe el premio Nóbel turco Orhan Pamuk.
Páginas que atrapan a partir las historias de sus habitantes y de sus antepasados, de su narrador (Galip) y de su familia.
La novela es la historia de una búsqueda. Galip intenta rastrear a su mujer, Rüya, quien se ha ido del hogar que compartían sin siquiera dejar una carta y de quien sospecha que puede haber huido con Celal, un famoso periodista.
En ese camino, el joven abogado turco asumirá la identidad de Celal para poder conocer la suya. En ese mismo camino se cruzará con un lector fanático de las columnas del periodista que lo querrá matar porque, sostiene, por su culpa no ha podido ser él mismo.
Una novela que pinta para clásico, que lleva su tiempo, pero a la que vale la pena entregárselo.
El escritor español Juan Goytisolo dice que cuando terminó de leer el libro, hizo lo que tenía que hacer “volver a la primera página y comenzar a releerlo”.
Yo no hice lo mismo, pero cuando lo terminé estuve varios minutos repitiendo “es buenísimo, es buenísimo, es buenísimo, es buenísimo...” como si fueran las únicas palabras que pudiera pronunciar.
Eso es lo que quería contar.
El libro cierra con la siguiente frase: "Nada puede ser tan sorprendente como la vida. Excepto la escritura. Sí, por supuesto, excepto la escritura, el único consuelo”.
Orhan Pamuk le hace honor.
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