Hacerle un tajo a la Patagonia.
Esa era la idea.
En realidad, eliminando cualquier similitud con Jack el Destripador, el desafío era cruzar la huella que une el mar con la cordillera en esa marca de origen, paraíso para turistas de distintos puntos del planeta, que es la Patagonia.
Camarote gratis, como fotógrafo un amigo al que volvía a ver después de diez años, restaurante, cine, discoteca y vinos patagónicos.
Todo parecía marchar… sobre rieles.
Pero los problemas comenzaron apenas nos acercamos a la estación. La primera demora fue sólo de tres horas, que más tarde se fueron expandiendo como los relojes de Dalí.
Finalmente, partimos con ocho horas de retraso. Claro que eso era sólo el principio.
Cuando nos pusimos en marcha, avanzamos apenas un par kilómetros antes de frenar nuevamente para acondicionar la formación.
Los inconvenientes se repitieron más adelante.
La locomotora se turnaba para perder aceite y recalentar el motor.
El viaje parecía maldito. El final, impredecible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario