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En Uchuraccay, cuando se encontraron los cadáveres de los ocho periodistas la izquierda culpó a los militares. La derecha dio por seguro que era obra de Sendero. Una comisión investigadora y un largo y complicado juicio con traductores quechuas determinó que habían sido los campesinos. Un militar que estaba destacado en la zona me dice: “Cuando llegué a Uchuraccay, los pobladores estaban orgullosos. Me dijeron que habían matado a una columna de senderistas, que tenían sus armas. Las supuestas armas eran las cámaras fotográficas y las grabadoras. Los campesinos nunca las habían visto. No sabían distinguirlas de los fusiles y las pistolas”.
"La cuarta espada. La historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso", de Santiago Roncagliolo. Pág. 113.
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