lunes, 1 de marzo de 2010

Columnista especial en Chile tras el terremoto

En esta casa de hormigón armado en la que estoy, al lado del río, lo único que tiembla son los presagios, pero de impaciencia.

Lo que era madrugada, sueño, terciopelo negro, cayó al vacío convertido en gajos, en sirenas que gritaban como asteroides dando a luz, en graznidos de aves saladas que traían la profundidad del mar en su anuncio, en alaridos que asustaban no por inhumanos, sino por demasiado humanos.

En un piso once, no hay tiempo para nada. Me moví rápido y sin sentimientos. Algo me decía que tenía que llegar a las escaleras y que tenía una sola oportunidad.

Yo sentí náuseas, una especia de embriaguez de bebida blanca de mala calidad. No podía caminar y no sabía si era porque no podía o porque sin darme cuenta no quería.

Todos dicen algo, pero no dialogan. Nadie se escucha.

El jaleo parece lento, pero al mismo tiempo, se siente que no hay tiempo para nada... Se experimenta la angustia de la impotencia.

Yo no tuve miedo, todo lo contrario. Hacía las cosas como con desinterés... En ese instante daba la apariencia de un montaje obvio de película clase B: ni era un montaje, ni se trató de una película.

Desde Chile, especialmente para El Conjuro, Marcelo "el loco" Bielsa, DT de la "Roja".

1 comentario:

Conjuro dijo...

Sí, nos descubrieron, al final era todo un invento (o al menos una parte): http://www.perfil.com/contenidos/2010/03/01/noticia_0019.html