jueves, 5 de febrero de 2009

El otro día…

… fui a la cancha. Cuando salí, a media cuadra vi a un tipo que era igual al escritor mexicano Carlos Fuentes. Tenía una de esas bombachas Ombú, camiseta blanca y chancletas. Se estaba tomando unos mates en la vereda, en una silla de mimbre. Se veía muy poco aristocrático, pero parecía muy noble.

… no el mismo domingo, sino otro, también fui a la cancha. Estaba en la platea y escuché que uno de los hinchas hablaba con otro sobre el calor y le decía que los de la popular se debían estar cocinando. La respuesta fue “no te hagas drama, estos negros están acostumbrados a cagarse de calor”. Al final, en la cancha también es más importante la pertenencia de clase que los colores.

… estaba haciendo la cola en el supermercado. Adelante mío había una adolescente. Ojotas blancas, chupín violeta y remerita con la espalda descubierta. Descubierta es un decir, la protegía un tatuaje de San la Muerte de unos quince centímetros. Un esqueleto con su guadaña mirándome desde la piel de una adolescente brasileña. Ojalá esa piba fuera la reina de alguna tribu de pendejos.

2 comentarios:

Valeria dijo...

Conjuro, a mi me parece que usted se cachondea con las adolescentes (tatuaje o no)

Anónimo dijo...

Mira vos! por donde el Favole tenia un Blog, yo tambien.

Cuidado con las adolscentes con tatuajes, pertenecen a una tribu muy jodida de entender.

besos!