Hubiera debido mantenerme callado, pero el alcohol suelta la lengua y anuda el entendimiento (…). Jamás en mi vida escuché un silencio tan profundo como el que siguió a mis palabras; el efecto del alcohol se fue de golpe, como si el silencio estuviera hecho de agua fría. ¿Cómo explicarles que había sido el cognac, no yo; cómo decirles que era un argentino y que estaba geográficamente destinado a hablar de más?
Pablo De Santis, “El enigma de París”. Pág. 65-66
- Esta noche hablaremos en el salón. El tema de hoy será el enigma. Estaremos todos: detectives y asistentes, aunque los asistentes, por supuesto, tienen prohibida la palabra. Conozco a los argentinos, así que me veo obligado a aconsejarle: vaya ensayando su silencio.
Pablo De Santis, “El enigma de París”. Pág. 74
(…)
- ¿Pero cómo sabe usted eso, si todavía no informé de su desaparición?
- Estamos al tanto de todo lo que ocurre en la Exposición- respondí, feliz de que alguien, en medio de una confusión, me considerara útil y oportuno.
- Su acento y su soberbia me parecen familiares- dijo el doctor Nazar en perfecto español-. ¿Usted es argentino? Yo también.
Pablo De Santis, “El enigma de París”. Pág. 185